La segunda revolución industrial agoniza ante el agotamiento de recursos, lo cual implica una crisis de la civilización con una crisis educativa y ética que tiende a pasar desapercibida. Así, es menester comprender la necesidad del paso hacia un paradigma de civilización alternativo, biocéntrico y convivencial, que requiere una nueva estirpe de docentes, que sean humanistas sacro-seculares que, más que aculturar a las nuevas generaciones, deben participar en la forja de tal paradigma, que recupera al homo educandus.