La Iglesia está fundada primaria y formalmente para salvar al individuo. Son propiamente los individuos, con su alma inmortal los que se salvan, los capaces de decidirse por Dios o contra Dios, los destinados a una vida eterna de posesión de Dios. Pero estos individuos llevan en la entraña misma de su esencia la determinación a la sociedad. El hombre no es una mónada aislado; necesita y postula una sociedad, precisamente para desarrollar al máximo su propia individualidad. De ahí que el nacimiento de la Polis, sea un acontecimiento natural y la pertenencia del individuo -de todo individuo- a un Estado más o menos rudimentario sea una necesidad, - no solo histórica e insos-layable-, sino incluso postulada imperativamente por su misma constitución.
