Publicamos en este número la crónica que nuestro colaborador P. Sebastián Mantilla nos remite desde Alemania. ella nos pinta al vivo el retrato de un Jefe de Estado comunista: uno más de la colección ya numerosa de los Tito, Castro, Kadar, Gomulka, Krushchev, Stalin,etc., y la conclusión a la que se llega al conocerlos de cerca es siempre la misma: si es difícil ser un buen cristiano ya que la felicidad a la fe jurada exige a veces sacrificios heroicos, el ser un "buen" comunista es también difícil aunque por otras razones, ya que la fidelidad al Partido obliga a sacrificios propios y ajenos, sin respeto ni miramiento de ningún clase. Y en ello es también difícil. Los mártires se dejaban matar antes de cambiar de opinión. Los comunistas han de cambiar de opinión muchas veces y en ello les va la vida. ¡He aquí una "pequeña" diferencia, entre otras que pudieran aducirse! Por esto creemos que hay pocos comunistas perfectos. Pero sin duda que Walter Ulbricht, (del que se ocupa esta crónica), se acerca mucho a lo que requieren los mejores tratados al uso.
