En las siguientes páginas el autor trata mostrar cómo ha sido posible mantener a través de 40 años y de tantas diferentes suertes, la misma estructura social económica que garantiza la producción y la reproducción de las condiciones de seguridad, opresión y miseria de las mayorías latinoamericanas. La moraleja es que en América Latina está todo por hacer, y que el proyecto continental de desarrollo no se lleva por buen camino y necesitas urgentemente ser reorientado. La explicación que se pone aquí es que las estructuras socio-económicas tradicionales y sus modos esenciales de actuar en la sociedad no han cambiado sustancialmente en todo este periodo; Quizás ha adoptado formas nuevas o ropajes diferentes, se han hecho más financieras, más especulativas, han transformado sus relaciones con la economía internacional, pero la interior de los países respectivos, todas estas permutaciones no han significado un cambio ni grande ni importante en la distribución del peso económico del poder real entre las clases y los grupos de la sociedad nacional. Por lo tanto, es importante una reconsideración global y muy profunda de todo el camino recorrido y del que queda por recorrer. Por eso, la revolución pendiente, además de se antioligárquica tiene que ser anti-imperialista y eminentemente nacional.
