Somos el resultado de la simbiosis entre cerebro cognitivo y cerebro emocional. Por ello, la intervención educativa no puede ser emocionalmente neutra. En esta situación, empatía y asertividad de revelan como cualidades emocionales preeminentes, pues sustentan el buen hacer del docente. Se abre paso, así, un concepto amplio de inteligencia en el que emociones y relaciones interpersonales cobran especial relieve.