Cambios acelerados en la producción, procesamiento y distribución de la información; avances en la ciencia y la tecnología; reconfiguración de las estructuras de poder y de las formas de ejercicio de la ciudadanía; así como crisis de diverso orden, son solamente algunos de los fenómenos que marcan el mundo de hoy. Este campo de tensiones interpela a la educación, la cual se ve puesta en cuestión y es desafiada a transformarse y a agenciar procesos de formación haciendo frente a criterios eficientistas que intentan imponerse, en no pocas ocasiones, sobre aquellos de tipo pedagógico orientados a la generación de condiciones de desarrollo social.