Las nuevas relaciones sociales han dado a luz a un modelo de familia negociadora, en el que sus miembros consensúan un proyecto de vida basado en la libertad, la responsabilidad y la autonomía. La autoridad se gana en la cercanía, con argumentos basados en la razón y los límites que dan confianza. Cuando los hijos de estas familias llegan a la escuela, se encuentran con un modelo cultural arcaico, en el que su capacidad de crítica resulta incómoda en el aula.