Para la teología científica (o dogmática, o sistemática) el tormento ha sido siempre descender a la planicie de la existencia cristiana cotidiana. La teología pastoral ha sido por su parte, ordinariamente una estrategia de la evasión del rigor ineludible de una religión revelada en que el acontecimiento está ligado esencialmente a la palabra y la palabra es la expresión del acontecimiento, con la peculiaridad, en el cristianismo, de que ese acontecimiento es único ("efapax"), sucedido una sola vez, pero vuelve a suceder constantemente. El ser único y constante aprehendido por la teología científica; la aplicación al hombre de época y a las diversas situaciones históricas, es la tarea de la teología pastoral. Una y otra, por tanto, se exigen intrínsecamente.
