Dos motivos, principalmente, justifican este artículo: 1) la magia, sobre todo en la forma de hechicería, brujería o maleficio, llamada también "magia negra", sigue siendo practicada y temida en todos nuestros países latinoamericanos (el año pasado se promovió en Bogotá el Primer Congreso Mundial de Brujería) y entra frecuentemente en el campo de nuestra actividad pastoral como un problema que pide solución; 2) en la solución teórica de este problema, los teólogos y moralistas continúan, según mi modo de ver, excesivamente dependientes de teorías e interpretaciones antiguas, principalmente de la tristísima época de la brujería europea de los siglos XIV - XVII.