Sea que se le mire con indiferencia e incredulidad, sea que se le vitupere como imposible e insano, el celibato cristiano sigue siendo un hecho humano e histórico que sacude las conciencias. Y más allá de la actitud con que se le afronte, sigue transmitiendo un mensaje. Con el lenguaje de los hechos, advierte a los hombres que la existencia se realiza plenamente, por encima del placer... El celibato, pues, aparece como una forma concreta de vivir el amor. Su meta inmediata es la persona humana. Y su objetivo más profundo es el seguimiento de Cristo célibe, pobre y capaz de dar por amor. Pero, se trata de un amor concreto, que engendra la redención y la liberación de los pobres, oprimidos, enfermos y pecadores.
