El texto presenta desde distintos elementos que, lo que busca el papa Francisco con sus palabras, con su magisterio, con sus signos no es otra cosa en poner en marcha, de manera irreversible, el Concilio Vaticano II. La Iglesia toma su tiempo en asumir cambios y depende indefectiblemente de la cabeza que la lidera. Es así como Francisco, que vino a poner de nuevo el valor samaritano de la Iglesia, la centralidad en los pobres, la participación evangelizadora de todo el pueblo de Dios, el llamado social a comprender el mundo como la casa de todos, toca las fibras sensibles de una Iglesia que necesita pasar por una conversión de estructuras, de pensamiento y volcar de nuevo su mirada en el corazón del Evangelio y escuchar la voz del hermano. Por un camino que recorre los signos y los tiempos, se hace un recorrido por el documento de Medellín y sus opciones, por el Documento de San Miguel (1968) de la Conferencia Episcopal Argentina y algunos elementos propios de la teología latinoamericana que forjaron el pensamiento, la espiritualidad y el talante misionero del papa venido del sur para pastorear la Iglesia que navega en la poliédrica realidad actual.
