Desde hace algún tiempo se siente en la Iglesia la conveniencia de tener un compendio de la fe que sirva como punto de referencia a los compendios y catecismos de las Iglesias locales. Juan Pablo II hizo suya la sugerencia de la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos en diciembre 1985, y propuso la elaboración del Compendio o Catecismo para la Iglesia Universal. Es esta una tarea compleja que no carece de riesgos y dificultades, porque el Compendio o Catecismo si desea alcanzar los objetivos que impulsan su realización, debe ajustarse a una serie de condiciones que se presentan como contrapropuestas entre sí a la manera de un puzzle. La validez de la obra dependerá de la resolución armónica de esas condiciones que nosotros llamamos desafíos. Este artículo no pretende agotarlos todos, ni tampoco elaborarlos en profundidad.
