El porqué de la entrega, condenación y muerte de Jesús ha interrogado dolorosamente la conciencia cristiana a través de los siglos. Las figuras patéticas de judas Iscariote "que lo entrego", del pueblo tildado de "deicida", de Pilatos "que se lava las manos", del pueblo que grita: "¡Crucifícalo!", han dejado una huella profunda y duradera en nuestra predicación, nuestra catequesis, nuestras paraliturgias y hasta en el folclore de mucho de nuestros pueblos.