Al trazar estas líneas, quién me diese convertir mi pluma en antena, perfecta transmisora de las vibraciones sentidas por mi alma, en este homenaje a Rubén Darío al cumplirse 30 años, en este mes de los almendros floridos, de su tránsito de este mundo al otro, que tanto le desasosegó en vida y le martirizó hasta el delirio que, convertido en poesía, trocó su corona de espinas en otra de inmortal laurel. Pero pidió fuerzas para entregarme con serenidad a la memoria, y transcribir historia.