La posición de Rubén Darío en la evolución de la moderna poesía española nos parece hoy, -cualesquiera que sean nuestras predilecciones estéticas, tal vez muy alejadas ya de las suyas-, indiscutiblemente cimera. Por eso todo lo que a él y a su obra se refiere, interesa a quien se interese por la poesía -o, sencillamente, por la cultura, una de cuyas aportaciones primarias será siempre la del homo ludens-. Su obra, la de la historia de todo el mundo hispánico -así, sin mayúsculas: ¡sin retóricas, sin literatura! -, trascienden de un modo único y axial. Si Papini hubiera comprendido plenamente -como corresponde a un compatriota de Farinelli, de Croce, de Bertoni- lo que ha significado y significa todavía en el mundo la cultura hispánica en toda su amplitud, y hubiera medido lo que para ella representa la aportación renovadora de Rubén, no se hubiera atrevido a dar una "stroncatura" a toda Latinoamérica, por no haber aportado todavía nada a la cultura europea y universal.
