Persiste la creencia en muchas esferas que el pleito entre el gobierno del Mariscal Tito y la Unión Soviética con sus satélites no es más que una tremenda superchería, revelador una vez más de la conocida perfidia del marxismo. A la vez que subsiste esta convicción difícilmente disipada, hay los que aplauden la sección de Tito del bloque dominado por la URSS y sueñan con que en el Vietnam y en la China suceda igual cosa, pues el titismo se nos presenta como una brecha en la marulla hasta hora impenetrable del sovietismo.