La mayoría de edad que ha adquirido la seglaridad en la Iglesia, ha traído un aliento nuevo de vida y de apostolado, a cuadros de acción que parecían ya caducos. La acción seglar ha irrumpido en la vida de la Iglesia con el optimismo de toda juventud. Y ha sido como una sensación de Pentecostés sobre el mundo. Precisamente, cuando los enemigos de la Iglesia se multiplicaban más peligrosamente, y cuando la hacían la guerra más sutil, ha surgido este nuevo ejército, que responde precisamente a la nueva necesidad. Antes el ataque a la Iglesia era la herejía. Hoy el ataque quizá mas insidioso no se dirige a los dogmas: se dirige a la vida. Es la indiferencia. Es confesar que la Iglesia católica tiene una ideología moral y doctrinal sublime, pero que es inútil en la vida; es elaborar los planes sociales de la Iglesia, pero enseñar compasivamente al mundo proletario, a pesar de esa doctrina, los trabadores no han mejorado su condición laboral.