La Reforma Educativa de 1968 pretendió desde sus comienzos ser un sistema de estructura coherente. Del análisis de varios de los factores fundamentales de esta Reforma -su primera dinámica gestadora, el proceso educativo adoptado por ella y sus proyecciones teológicas radicales- se va desprendiendo una conclusión: para que la Reforma tenga coherencia, mantenga su identidad y pueda ser realizada es imprescindible que el maestro salvadoreño sea un experto revitalizador del curriculum en base a tal análisis de la realidad. Para lograr esto el sistema educativo deberá crear ciertos condicionamientos referentes a la educación normal preparatoria del maestro, a su formación permanente y continuada, a la organización y a la evolución del sistema.