Uno de los más apremiantes retos que tienen entre manos los países del Tercer Mundo es el de concebir y dar vigencia a un sistema educativo que defina sus metas y determine sus objetivos de cara a la realidad en que se inscnbe y a la que debe pre-tender transformar; realidad que se presenta estructurada como totalidad y, consiguientemente, exige análisis y soluciones integrales.