El extraordinario liderazgo de Monseñor Romero como Arzobispo de San Salvador no se explica adecuadamente ni por su personalidad ni por su evolución anterior como sacerdote o como obispo, sino sólo cuando se examina su quehacer frente a los acontecimientos y exigencias de la situación histórica en que le toco vivir. El liderazgo de Monseñor tuvo tres rasgos característicos: 1) frente a la carencia de voz del pueblo salvadoreño, Monseñor se convirtió en profeta de los humildes; 2) frente a la desunión impuesta al pueblo desde el poder, Monseñor sirvió como aglutinador social, tanto a nivel cristiano como a nivel político; 3) frente a la tradicional opresión del pueblo, Monseñor se convirtió en un símbolo revolucionario, desmantelando la ideología dominante y propiciando con su ejemplo y palabra los cambios sociales radicales. El asesinato y entierro de y Monseñor sellaron su liderazgo, cuyo estímulo sigue animando la lucha del pueblo salvadoreño por la libertad y la justicia.