La poesía tiene un nexo radical con la realidad por ser su actualización. Esta actualización ha de ser lúcida, cultivante y prospectiva de las notas de lo real. Así entendidas la realidad y la poesía, aquí se trata de ver cómo ambas se entrelazan y qué resultados alcanzan en el caso de la realidad y de poesía salvadoreña. En definitiva, se trata de constatar y dejar constancia de cómo una realidad sangrante se corresponde con una palabra desangrada en el marco de un tiempo y de un espacio de fuego. Aquí se muestra la íntima correspondencia entre la realidad y la poesía de El Salvador, entre la sangre de sus muertos y la palabra de sus poetas. El autor constata, entonces, las direcciones fundamentales asumidas por esta poesía alcanzada desde la historia.