Esta homilía, en forma ligeramente abreviada, fue pronunciada el 24 de marzo de 1983 en St. Jame´s Church Piccadilly, Londres, en un servicio ecuménico para honrar la memoria de Mons. Romero. Presidieron el servicio religioso el Rvdo. John Satterthwaite, obispo anglicano de Fulham; el Rvdo. James O´Brien, obispo católico auxiliar, Westminster; Rosalind Goodfellow, Moderador de la Iglesia Reformada Unida; el Rvdo. Fred Wilson, antiguo Presidente de la Unión Bautista; el rvdo. Norwyn Denny, Presidente de la conferencia metodista, y el Rvdo. Andrew Mawson, bautista. Se recalca en la homilía la obligación de recordar a Mons. Romero ente los intentos de ignorarlo y el gozo de recordarlo por la gratitud de quienes le sienten presente. La raíz de su inmenso influjo actual es vista en esta doble afirmación: Mons. Romero fue un hombre de este mundo y un hombre de Dios. Con ello se ha convertido en un hombre y en un cristiano universal, no solo para los salvadoreños y para los cristianos, sino también para muchos otros hombres y mujeres alrededor del mundo y para muchos otros de buena voluntad...