La Iglesia oficial en El Salvador no ha afrontado la creciente intervención de los Estados Unidos ni desenmascarado el presente plan de la Administración Reagan, aunque repetidamente ha condenado cualquier tipo de injerencia foránea. Sin embargo, de las declaraciones de Mons. Rivera se reduce el rechazo a la política de los Estados Unidos con respecto a El Salvador por sus consecuencias, y la exigencia de diálogo como punto esencial en cualquier solución. Esta postura ha sido defendida por Juan Pablo II, varios obispos de Estados Unidos y últimamente también por la CEDES. Es compartida por varios grupos eclesiales, incluso las comunidades eclesiales de base, aunque éstas desearían una postura más claramente desenmascaradora de la intervención de los Estados Unidos. Por otra parte, un pequeño grupo de cristianos de clases dominantes la atacan y numerosos eclesiales se desentienden de ella. Aunque la postura oficial de la Iglesia ha conseguido algunos logros en humanizar el conflicto, su palabra es débil porque contra ella se alcanza un poderoso aparato económico y propagandístico; pero lo es también por excesiva prudencia y abstracción en ocasiones, y por una insuficiente respaldo de todo el cuerpo eclesial, bastante inmovilizado en la actualidad.
