Partiendo de la obviedad humana, el autor afirma que la consecución de la democracia es un asunto de auténtico interés general en El Salvador, y que la única alternativa para alcanzarla es una concentración nacional. Ahora bien, para que una concentración nacional tenga garantías promisorias deberá llenar varias condiciones: romper esquemas de pensamiento fosilizados, proponer una salida a la crisis según el criterio del bien de las mayorías populares, suprimir el lenguaje ideologizado y confrontativo, ser asumida con convicción, y que no cuente solo con la participación de los actores enfrentados bélicamente, sino con las distintas fuerzas sociales y políticas, en particular con las organizaciones populares que trascienden los intereses partidistas. Con estas condiciones es posible que surja una paz sólida, e incluso cimentada en dos elementos sumamente urgentes: una nueva constitución y nueva institucionalidad.