Este artículo se propone mostrar que el sacerdote es presidente (praesidit) en la asamblea litúrgica y que en la celebración hay un “arte”, un estilo propio y exclusivo del liturgo. El autor recuerda, inclusive con textos latinos, cómo desde los más antiguos sacramentarios, libros litúrgicos y pontificales, la iglesia insiste en el papel “presidencial” del liturgo. Hace énfasis en las líneas teológicas del tema de la “presidencia”, y sobre todo en sus consecuencias pastorales