Con el propósito de contribuir a la descripción del perfil del formador de los futuros presbíteros, el autor retoma una categoría que se ha consolidado en el campo de la literatura en general y de la Sagrada Escritura en particular: la hermenéutica. Después de un breve estudio los términos hermenéutica y hermeneuta se describe al formador como aquel que ha de tener la capacidad de conocer al seminarista e interpretar sus procesos vocacionales: los procesos de Dios en la vida del formador y los procesos personales del formando en respuesta al llamado de Dios. Desde esta compresión, el autor describe al formador como Intérprete, Maestro y Acompañante y lo llama a cultivar las competencias necesarias a fin de cumplir con la tarea que la iglesia le encomienda.