La opinión pública tiene una idea equivocada sobre los reclusos al considerarlos sin fe y sin ley. Con bastante frecuencia se encuentran reclusos con profundas experiencias religiosas e incluso místicas. Por ello, el interno pertenece a la comunidad eclesial y, por lo tanto, tiene derecho a participar plenamente en ella y a construir la Iglesia desde abajo, desde los privados de libertad. Los miembros de las comunidades eclesiales de base de fuera deben colaborar activamente a que esto sea posible, realizando su misión laica cristiana de construir el reino de Dios.