Martínez pone en entredicho, comparándolo con el paradigma, al típico legislador salvadoreño. Aquel supuesto de que los ciudadanos más sensatos e intelectualmente superiores que, según John Stuart Mill, debían conformar el parlamento, se queda en letra muerta, comparado con la realidad de loa asambleístas nacionales. Estas y otras consideraciones con que el autor les emplaza.