Una de las contribuciones más relevantes del pensamiento hipocrático al desarrollo de la ciencia, al de la medicina y más específicamente al de la epidemiología es el postulado que marca la diferencia entre ciencia y opinión o mera creencia. La ciencia es la madre del conocimiento; en cambio, la simple creencia engendra ignorancia, en panicular si la creencia es elevada arbitrariamente a la categoría de hecho científico. Por otra parte, la tarea de adquirir conocimiento científico que pueda servir de base para filosofar y obtener sabiduría es obstaculizada por la práctica de interpretar caprichosamente los hechos científicos e influenciar con interpretaciones amañadas el debate de las causas, la prevención y la atención de enfermedades. De esta manera, es poco realista esperar que la construcción de las políticas de salud se fundamente única o principalmente en lo que la ciencia en general o las ciencias de la salud, en particular, indiquen. Por eso, estas políticas resultan ser políticas (planes) disfrazadas de ciencia, quizá, más en concreto, postulados ideologizados, políticas partidistas maquilladas con ciencia.