A modo de introducción1. La realidad de nuestro mundo es sobrecogedora. Personas con visión nos lo recuerdan recurrentemente. “Nuestro mundo actual está enfermo”1, decía el Padre Arrupe en 1976. Vivimos en una civilización “grave-mente enferma”2, dijo el Padre Ellacuría en su último discurso en 1989; “amenazada de muerte”3, ha dicho Jean Ziegler. Ante la realidad salvadoreña, símbolo de una mayor realidad mundial, Ellacuría acuñó la expresión “pueblo crucificado”. Con ello expresaba con vigor lo sobrecogedor de la realidad, aunque afirmaba también algo que no se suele tener en cuenta y que, por esa razón, quisiera dejarlo asentado desde el principio: de ese pueblo también proviene salvación.