Como si fuera un prestigio inevitable, cuando L.C. Susin y yo preparábamos este volumen, parece que ya veíamos venir el torrente de eventos desastrosos que hacían imposible suprimir el grito por una nueva cultura de reconciliación, en condiciones de justicia y de respeto a la dignidad y derechos de las personas. En menos de dos años, los traumas de los pueblos han sido incrementados y profundizados por las guerras y conflictos sociales, que sólo están dejando desolación por todas partes del planeta.