A partir de los finales de los años ochenta del siglo XX, las posibilidades de iniciar procesos de reconciliación social aumentaron espectacularmente. Esto cogió por sorpresa a muchos observadores. La reconciliación había estado en buena medida relegada a un segundo plano respecto a la contención y a la resolución de conflictos, que eran las preocupaciones fundamentales en el campo de la pacificación.