A los diez años del nacimiento de internet, nos encontramos ante una situación paradójica: cuanto más palidece el mito inicial de un cibermundo distinto del mundo real e internet forma parte de la vida cotidiana de millones de personas, más aumentan las expectativas de que este medio nos haga capaces, de modo diferente a los medios de comunicación individuales y de masas del siglo XX, de acercarnos unos a otros, es decir, de unir en un mundo común la vida cultural, científica, económica y política de los seres humanos.