El “Deus adverbiorum” de los antiguos Padres es también el Dios de los buenos adjetivos. Si se quiere servir bien a Dios y a su familia humana hay que utilizar más los adverbios y los adjetivos: para precisar, para distinguir, para separar el trigo de la cizaña, para iluminar las horas y los trechos oscuros, desconcertantes. Hoy, por ejemplo, todo es democracia; pero casi ninguna democracia es democracia participativa, democracia económica, democracia cultural, democracia objetivamente popular. La religión, a su vez, se está poniendo de moda en el mundo entero, pero no hay mucha religión “en espíritu y verdad”, en ese mundo neoliberal…