“Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él confía no es juzgado; pero el que no confía ya ha sido juzgado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y éste es el juicio (krisis): la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas, pues todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puestas al descubierto. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Jn 3,17-21).