Sentados a nuestra mesa familiar en Sursee (Suiza), donde se hablaba constantemente de política, nuestros Padres encauzaban de vez en cuando la conversación hacia la primera guerra mundial, que para nosotros, sus hijos, quedaba tres o cuatro décadas atrás. Pero todas aquellas conversaciones e imágenes no nos dejaban a los niños más que una impresión muy vaga y desvaída de aquel acontecimiento histórico. Faltaba la vivencia propia.