La mañana del 2 de noviembre de 2004, Mohammed Bouyeri asesinó en Amsterdam al cineasta Theo van Gogh. Había sido un acto consciente, tal como se puede concluir tan sólo de las dos cartas que él hizo públicas con aquel acto: la carta de despedida que debía encontrarse en su propio cadáver (ya que presupuso su muerte por los disparos de la policía) y su carta abierta dirigida a Hirsi Ali, que dejó en el cadáver de su víctima. La última desvela detalladamente los motivos no por los que “ejecutó” a van Gogh, sino por los que no lo hizo con Hirsi Ali, pues era ella a la que quería alcanzar con el asesinato de van Gogh.