Probablemente, ningún otro texto es citado con tanta frecuencia en la causa de la igualdad de hombre y mujer como éste del apóstol Pablo en su carta a los Gálatas 1. Y es probable que ningún otro texto sea tampoco tan mal interpretado. Tal como yo lo veo, en estas palabras el acento no se pone tanto en la igualdad de hombre y mujer como en la unidad de todos en Jesucristo. En el texto griego original, además, no aparece “hombre” y “mujer”, sino “masculino” y “femenino”. Esto significa que en Cristo no hay ya distinción discriminatoria alguna entre los sexos, sino “unidad”.