En su exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa (E.I.A.), el papa Juan Pablo II afirma que el Sínodo considera la inculturación “como una prioridad y una urgencia en la vida de las Iglesias particulares para un enraizamiento real del Evangelio en África [...], uno de los principales retos para la Iglesia en el continente ante la llegada del tercer milenio” 1. En efecto, los Padres sinodales han subrayado en numerosas ocasiones la importancia, la necesidad e incluso la urgencia que para la evangelización entraña la opción por la inculturación. Dicha opción se sitúa dentro de la fidelidad a lo que los obispos de África y de Madagascar presentes en el Sínodo de 1974, consagrado a la evangelización, habían afirmado ya. Los prelados africanos consideraban como absolutamente superada la teología de la adaptación y de la implantación y optaban por la teología de la encarnación o la inculturación2.