Desde el comienzo de la época moderna, la historicidad de la resurrección de Jesús se convirtió en el problema central de la teología, porque la “historia” pasó a ser el gran paradigma del mundo moderno 1. Pero por “historia” se entendía sólo el mundo humano en cuanto distinto de la naturaleza, carente de dimensión histórica. La “historia” era la esfera de la libertad; la naturaleza, la esfera de la necesidad sujeta a leyes. En virtud de esta distinción, sin embargo, se entendía al espíritu humano como desnaturalizado, y a la naturaleza, como desespiritualizada. Sólo en la medicina resultó imposible llevar a cabo esta desintegración de la realidad.