Así como el morir es adornado y ocultado en sociedades desarrolladas, de modo similar es escamoteado el resucitar. Ir a un funeral es visto como una pérdida de tiempo. Es devaluado el hecho de que uno ¡muere y resucita! Muchas personas acumulan diversiones veloces y superficiales, y desconocen celebraciones pausadas y solidarias. Esta devastadora deshumanización ha sido difundida y en parte asimilada en todo el planeta. Sin embargo, en las Américas y en otros continentes persisten buenas tradiciones que reconstruyen la modernidad. El contacto con “difuntos vivientes” es un denominador común en pequeñas y grandes civilizaciones del mundo. La población latinoamericana y en especial la indígena encara bien la muerte y también visualiza –a su modo– la nueva vida.