En este artículo quiero abordar dos factores básicos a los que, en general, no se les ha prestado la adecuada atención y que están relacionados con las cuestiones de la vida de los pobres, la vida de la tierra y el futuro de las religiones. El primero es el origen y la naturaleza del actual sistema mundial que se inició principalmente a partir de 1492. El segundo es el vínculo existente entre éste y el paradigma teológico cristiano clásico que ha sido el dominante durante mucho tiempo. Ambos están interconectados. La alianza entre las potencias occidentales y la(s) Iglesia(s) ayudó a estas naciones en su búsqueda de riqueza y poder mediante la expansión colonial, y, por otra parte, las iglesias se vieron favorecidas desarrollando una teología que contribuyó al poder de los gobernantes y los pueblos cristianos. Estos dos factores poseen una relevancia más profunda y tienen un mayor calado que el reciente proceso de la globalización y el debate actual sobre las relaciones interreligiosas.