Después de un siglo y medio, puede parecer que el cristianismo, la “religión extranjera”, no ha logrado todavía “asentarse” en China. Sus críticos han hecho enormes esfuerzos para demostrar el carácter bárbaro de esta “religión extranjera”, así como su falta de virtudes morales, tolerancia o apertura a los que le son ajenos. Incluso en esta era poscolonialista, cuando se ve a Occidente como el centro del mundo, y en una época de tolerancia, prosperidad y diálogo, estos críticos exigen que el cristianismo acepte incondicionalmente los preceptos morales chinos. Sin embargo, nunca se han visto abandonados hasta el día de hoy los esfuerzos que el cristianismo ha hecho para convertirse en una “religión china”. La teología sino-cristiana defiende con su argumentación esta insensata, débil y bárbara “religión extranjera”, y está convencida de que la teología hecha en lengua china es una piedra de tropiezo para el pensamiento chino contemporáneo.
