De entre los distintos tratados de la teología que buscan repensarse desde la perspectiva de género, la cristología es tal vez uno de los más importantes y, ciertamente, de los más polémicos. Porque, si por un lado Jesucristo constituye el centro de la fe y de la teología cristianas, el punto de convergencia y de posibilidad de acceso de la persona –hombre y mujer– a la salvación ofrecida por el Dios vivo, y por tanto a la vida en plenitud que es ese Dios en sí mismo, por otro lado, para muchas mujeres, la masculinidad de Jesús –esto es, el hecho histórico-teológico de que el Dios de toda gloria y majestad se haya encarnado en un varón de Palestina hace dos mil años– no está exento de problemas.