La expresión “norma pluralista” describe con exactitud el Nuevo Testamento como recopilación de escritos y en la función que desempeña dentro de la Iglesia. Pero dicha expresión contiene también una paradoja: resulta difícil concebir cómo puede ser pluralista una norma, o cómo un documento pluralista puede ser normativo. No resuelve cuestiones; las deja abiertas. El presente ensayo va a analizar este aparente dilema y a intentar poner de manifiesto por qué y cómo el carácter pluralista de nuestra Escritura resulta ser su fuerza constante. Aunque lo que aquí se va a decir es aplicable a la Biblia en su conjunto, voy a centrar mi atención en el Nuevo Testamento debido a que el tema que nos ocupa es, más concretamente, nuestro modo de entender a Jesucristo.