Quien observe actualmente el cristianismo que se vive en China 1 , Japón y Corea con una mirada superficial, no podrá sino divisar formas, lenguajes de la fe y prácticas rituales muy tradicionales y típicamente occidentales, resultado del trasplante en el Lejano Oriente de un cristianismo culturalmente latino; le resultará realmente difícil reconocer de forma inmediata y fácil las herencias que el contexto cultural y religioso han transmitido.