La seguridad humana ha dejado de ser un instrumento sistémico de las élites políticas que están profundamente arraigadas en un patriarcado androcéntrico. Se trata más bien de una idea que exige una protección y una promoción sistémicas de las libertades fundamentales y de los procesos sociales para la supervivencia humana de los vulnerables, de modo que también puedan disfrutar de un sustento seguro con dignidad.