Vivimos en una época en que la salvación parece ser una idea alejada de toda realidad contemporánea. Pensar en la Iglesia del futuro exige que la salvación, acontecida en Cristo y por ella anunciada, sea creíble y eficaz en la vida de las personas. Esto requiere un trabajo teológico y pastoral que pasa por el grito y los ojos de los pobres. Esta elección obliga a mantener una actitud, de escucha, de obediencia. La palabra escucha no pertenece al vocabulario teológico habitual. Sin embargo, el pecado tiene su erigen precisamente en una escucha.