Con toda claridad, puede decirse que el populismo es inherente a la democracia representativa, entre otras razones porque los populistas no se oponen a la representación política. Los populistas se oponen al pluralismo, a la libertad de pensamiento y a la lógica propia de la racionalidad humana, prefiriendo argumentos que son ad hominem o ad populum. La respuesta teológica al populismo consiste en acentuar que no hay sufrimiento en el mundo que no nos concierna. El respeto al sufrimiento de los demás es una exigencia previa de la cultura. Expresar este respeto es una condición indispensable para buscar la verdad que nos hará libres.