En su Sendbrie von Dolmetschen (cara abierta del traductor) formula Lutero dos importantes principios de su modo de proceder como traductor. Primero, su biblia ha de hablar alemán en vez de griego o latín. No debe pues, atenerse servilmente a la letra del texto. Segundo, su traducción ha de hacerse aflorar el profundo sentido teológico implícito en el texto; o sea, el significado teológico es más importante que el sentido literal. De ahí que su Nuevo Testamento, sobre todo en las primeras ediciones, difiera no pocas veces del texto griego y de la Vulgata.